Cualquier profesional de la voz sabe que el micro es su herramienta de trabajo más preciada, amén de la voz, por supuesto. El micro capta la realidad sonora convertida en vibraciones y la transforma en energía eléctrica. Su origen data de 1861, cuando Joham Philipp Reis, físico de profesión, presenta su artefacto ante la Asociación de Físicos de Frankfurt. Se trataba de un invento capaz de transformar las ondas sonoras en eléctricas. La presentación en sociedad de tan curioso aparato devino en un tremendo fracaso.
Fue en 1876 cuando Alexander Graham Bell consiguió perfeccionar el dispositivo al intentar tratar de mejorar la calidad de otro aparato que daría mucho que hablar (nunca mejor dicho) llamado teléfono.
Los micrófonos utilizados en doblaje son de altísima calidad y sensibilidad, de ahí que capten el movimiento de una persona situada incluso a varios metros del mismo. También son capaces de captar cualquier sonido que se encuentre dentro de su gama de frecuencia (lo mismo sucede con el oído humano). La diferencia sustancial entre un oído humano y un micro es que el primero es capaz de seleccionar de forma inteligente lo que le interese, desechando otros mensajes que considera irrelevantes. Sin embargo, el micro es una máquina y no tiene criterio propio en la selección de sonidos (mensajes), por lo menos hasta la fecha. Son los ingenieros de sonido los que seleccionarán los sonidos más apropiados desde la mesa de mezclas.
Existen algunos micros, especialmente los de gama baja, que tienen algunos problemas a la hora de recoger el sonido en el doblaje de películas. Tienen tendencia a la hora de discriminar el sonido en baja frecuencia en favor de las fuentes de sonido de alta frecuencia. Por tanto, las voces que tengan un timbre de bajo profundo suelen resultar más interesantes cuando el micrófono, automáticamente, recorta los bajos.
Esta sensibilidad en el punto alto del espectro tiende a producir sibilancia que consiste en acentuar el seseo al pronunciar la S. Generalmente, y para evitar este tipo de problemas, se suele colocar un capuchón de gomaespuma o paravientos en la cabeza del micro.
Otro problema recurrente con algunos micros es el popping, consistente en el exagerado sonido explosivo de las consonantes B, F, T y la P cuando se reproducen.
Para evitar el temido popeo se aconseja no acercarse demasiado al micro a la hora de grabar. Una solución excelente es adquirir un filtro anti-pop que ayudará a mitigar este temido, aunque habitual problema.
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