Los españoles somos, en general, personas que hablamos alto. Nosotros mismos nos identificamos por esta característica. Si vamos de turismo por Europa, allá donde haya un barullo de gente dando voces… es muy probable que sean españoles como nosotros.
Pero no sólo en España somos gritones ya que por ejemplo sucede lo mismo en Italia o Grecia. Así que lo primero que tenemos que tener en cuenta es el factor cultural. Nuestra cultura es “del exterior”; nos gusta salir a los bares a conversar con amigos, reunirnos con la familia en la calle… y opinar de cualquier cosa con poco pudor y sin importarnos que nos oigan los de alrededor.
En los países del norte la gente no habla tan a gritos como nosotros y, sí, esto también atiende a razones culturales. En lugares donde las personas no se comunican en ambientes ruidosos como bares o la calle, donde las reuniones son dentro de las casas a causa del frío, no se necesita aumentar la intensidad de la voz para hacerse oír.
No obstante es importante señalar que el volumen – y el saber modularlo según la ocasión- es un rasgo de buena educación.
Oír a alguien que es muy exagerado verbalmente puede causar cierto rechazo o ser considerado un factor negativo, pero también puede ocurrir lo contrario. Las personas verbalmente escandalosas desconfían de aquellos que tienen una intensidad de voz baja. Piensan que están ocultando algo. ¡Así que cuidado con las personas que hablan bajito! Es muy probable que su interlocutor piense que urden algún plan maligno o que son unos egocéntricos redomados.
Algunos estudios también constatan que criarse en un ambiente de mucha gente y ruidoso influye en que un individuo hable más alto por su necesidad de hacerse oír.
Otras teorías sostienen que hablar alto puede delatar nerviosismo o quizá sea un recurso para compensar la timidez. También argumentan que las mujeres suelen hablar menos alto porque tradicionalmente no estaba bien vista esa expresividad.
¿Y qué pasa con esas personas que hablan a gritos cuando utilizan el teléfono móvil? Aquí entra en juego el factor ambiental, y es que la mayoría de las veces utilizamos estos aparatos en la calle, en una tienda y en lugares donde nuestra conversación tiene que “competir” con ruido de fondo. Se trata de un fenómeno conocido como Reflejo Lombard.
En todo caso, debido a las circunstancias actuales y con la necesidad de mantener la distancia de seguridad de varios metros y del obligado uso de la mascarilla, la cosa se complica aún más para adecuar nuestro volumen de voz. Así que tras una conversación larga en estas circunstancias seguramente aparezca la fatiga vocal y tras ella la disfonía o ronquera. Un buen consejo para que eso no suceda sería hablar más lento y con mejor pronunciación ya que el mensaje será más inteligible y no nos veremos forzados a repetir las cosas ni a gritar.
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